Saturday, July 11, 2009

LOS VAQUEIROS DE ALZADA EN ASTURIAS. H. Feito

Índice:
1) Los orígenes
2) Hábitat y costumbres
3) Folclore y gastronomía
4) Las supersticiones y el suicidio
5) El presente y el futuro de los vaqueiros.
Fuentes:
1). Miguel Lardizábal y Uribe (1786)
2). Jovellanos (Carta a Antonio Ponz para su viaje por España)
3). B. Acevedo y Huelves (segunda edición 1915)
4). Juan Uría Riu.
5). Jesús E. Casariego.
6). Rodolfo Soto Vázquez.
7). F. Feo Parrondo; R. Baragaño, María Cátedra Tomás, Adolfo García Martínez y Ángel Ardura Parrondo, por citar a algunos de los más actuales investigadores sobre este tema.

1.-LOS ORÍGENES.- Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, los vaqueiros de alzada en Asturias son una casta de pastores trashumantes que han mantenido costumbres, lenguaje y tradiciones distintas al resto de sus convecinos. Aclara el Diccionario la catalogación social, al definirles con el término casta, en lugar del que habitualmente han utilizado los autores de folletines folkloristas, raza maldita, al referirse a los vaqueiros. Pero el principal rasgo que ha hecho populares a los miembros de esta casta ha sido la discriminación social de que han sido objeto por parte del resto de los asturianos, y de la Iglesia. Es cierto que la Iglesia nunca, de manera oficial, alentó, reconoció o prohibió esta discriminación, pero aquellos sacerdotes que vivieron cerca del territorio vaqueiro, ejercieron la discriminación prohibiéndoles tomar la comunión cerca del altar (en las iglesias solía haber una marca, bien en una viga, bien en el suelo o en una pared, en la que podía leerse:”de aquí no pasarán los vaqueiros”. Estos letreros se han encontrado en el suelo en la parroquia de Naraval (Tineo), en Polavieja (Navia), o en un arco, como en la parroquia de Anleo (Navia), y también en San Martín de Luiña (Cudillero), y en el mismo concejo, en Santiago de Novellana. Los vaqueiros no podían subir a las tribunas, ni acercarse al presbiterio, ni llevar en las procesiones cruz, pendón o estandarte, ni tocar los palos de las andas en las que iban las imágenes… y en los cementerios se enterraba en la zona destinada a ellos, que era la que seguía a las sepulturas de tercera clase y el cadáver era llevado en parihuelas, y la cruz que se utilizaba para oficiar era de madera y no de plata.

Es decir, que los vaqueiros son una casta de pastores trashumantes, cuyas costumbres, lenguaje y forma de vida les ha hecho diferentes al resto de sus vecinos, y han sido objeto por parte de éstos de discriminaciones, y esto es lo que les ha dado cierta notoriedad, haciendo que los curiosos se detuvieran en estudiar – en el mejor de los casos- las forma de vida y las costumbres, al tiempo que otros menos exigentes se han conformado con escribir, refritar e inflar conceptos trasnochados, increíbles, fantásticos y alejados de la realidad, como reclamo de atención. Jovellanos, en sus cartas a Antonio Ponz, los describió así: "Vaqueiros de alzada llaman aquí a los moradores de ciertos pueblos fundados sobre las montañas bajas y marítimas de este Principado, en los concejos que están a su ocaso, cerca del confín de Galicia. Llámense vaqueiros porque viven comúnmente de la cría de ganado vacuno; y de alzada, por que su asiento no es fijo, sino que alzan su morada y residencia, y emigran anualmente con sus familias y ganados a las montañas altas."

En algunos estudios, los vaqueiros aparecen como una “raza maldita”, junto a los agotes de Navarra (que tenían en común ocupar lugar especial en las iglesias, en las que existía el banco de los agotes; Los apellidos de los agotes, debido a la endogamia, venían repitiéndose también durante generaciones por lo que se podía identificar a los miembros de este pueblo por ellos: los Bidegain, Errotaberea, Zaldua, Maistruarena, Amorena, Arrut, Santxotena, etc, Otros españoles considerados como razas malditas son los chuetas mallorquines, los pasiegos de Cantabria, los maragatos de León y los gitanos. El término raza ha estado presente en muchos escritos sobre los vaqueiros careciendo de sentido.

La fabulación social ha dado pie, a lo largo del tiempo, a una serie de teorías con las que se ha tratado de encontrar el origen de los vaqueiros. Se les ha hecho descendientes de aquellos pueblos que tradicionalmente han sido menospreciados por los asturianos en general. Romanos procedentes de los esclavos que lucharon con Espartaco (que fueron derrotados por Craso en el año 71, y capturados pocos días después por Pompeyo más de seis mil seguidores de Espartaco que fueron crucificados a lo largo de la Via Apia, entre Roma y Cápua. También se ha dicho que eran esclavos romanos residentes en Hispania, de los que abastecían los convoyes romanos con el oro que sacaban de las minas de Naraval y Navelgas y otros lugares, pero también carece de veracidad esta teoría. Moros que lucharon contra Pelayo y que se salvaron y refugiaron en las montañas de Asturias, alejados de Covadonga, o descendientes de los moriscos de Granada que, tras la expulsión, regresaron y se refugiaron en el Norte. Pero el origen de los vaqueiros se ha unido también a descendientes de los normandos, cuyas razzias a las costas asturianas y gallegas sembraron gran preocupación. El rey asturiano Ramiro I en 843 les causó una gran derrota en la costa gijonesa, y no parece que volvieran a incordiar por aquí. También se ha llegado a decir que los vaqueiros procedían de criminales que, por falta de medios de la justicia, fueron liberados en los montes para que las fieras acabaran con ellos. Teoría que ronda la gilipollez suprema, como pueden imaginar. Hay hasta quien ha sido capaz de describir a los vaqueiros como moros, encontrando en ellos el color tostado de la piel y en sus cabellos negros y ensortijados… la fantasía popular no tiene límites.

Los estudios más serios y más recientes, desde la antropología social, indican que los orígenes de los Vaqueiros hay que buscarlos en el desarrollo económico del occidente asturiano. El antropólogo Adolfo García Martínez concluye en sus investigaciones que fue el auge ganadero, acaecido en la zona occidental de Asturias, en los siglos XI y XII, bajo el auspicio de los monasterios de la zona, lo que determinó la dedicación pastoril de muchos asturianos, cuyo ejercicio se desarrolló entre la zona costera y la cordillera. Algunos de estos pastores, independizados de los monasterios y de los nobles, adquieren terrenos en las zonas altas y los cercan con paredes de piedra para destinarlos a prados de guadaña. Algunos miembros de este grupo, se dedican, como complemento o por entero, a la arrieria y a la trajinería, y establecen dos residencias: una en las llamadas brañas de invierno, para pasar esta estación, y otra en las zonas altas, en la alzada, practicando la trashumancia entre una y otra, trasladándose con todos sus enseres, ganados y familia. Este grupo se consolida definitivamente hacia el siglo XVIII, con una entidad económica, social y cultural propia, y se mantienen así hasta el siglo XX.

Por su parte, María Cátedra Tomás cree que el grupo vaqueiro procede de una escisión del resto de los habitantes asturianos de la zona. El asilamiento de las brañas, lugares que suelen estar en sitios escarpados y de difícil acceso, la necesidad de trashumar con sus ganados en busca de mejores pastos y los roces de convivencia por estas razones, con el resto de la población, les separó más de los aldeanos, llegando a producirse un aislamiento general que determinó en el rechazo social y la endogamia, o matrimonio entre miembros de la propia casta, como respuesta a ese rechazo.

Estas dos teorías, representativas de investigaciones recientes, aunque no son plenamente coincidentes, atribuyen el origen vaqueiro a la ganadería y la trashumancia, principalmente, como formas de vida generadoras de una conducta social. Son varios los investigadores actuales que consideran que la existencia del vaqueiro, como grupo social diferenciado del resto de sus vecinos, se consolida en el siglo XVIII.

Personalmente, no me terminan de convencer estos argumentos. No voy yo a cuestionar la investigación de los expertos, pero hasta donde yo he podido saber, en el siglo XVIII no todos los vaqueiros hacían la trashumancia. Es más, yo diría que este asunto quedaba reservado a muy pocos, a aquellos que tenían “caudal y posibles” y, como veremos más adelante, la práctica de la trashumancia podría haber sido más que una iniciativa propia para buscar nuevos pastos, una obligada práctica para dejar a los campesinos las brañas de invierno para su aprovechamiento. O sea, que admitiendo el argumento de los expertos, quedan por resolver algunas dudas. Y acerca de esto, hay que recordar un texto muy curioso de Constantino Cabal, publicado en el Boletín del RIDEA, número 24, sobre el origen de los llamados vaqueiros Parrondos, que eran los que se dedicaban a la trashumancia y la arriería, frente al resto de vaqueiros que sí fueron más estables, con menos capacidad de movimiento y más limitada su fuente de ingresos. Probablemente, los investigadores, toman el tema de los vaqueiros “parrondos” como ejemplo generalizado. En cualquier caso, quedamos sin saber el origen de los vaqueiros, de los que los llamados “parrondos” serían una segregación.

IDENTIFICACIÓN DEL VAQUEIRO.- ¿Qué rasgos identifican a los vaqueiros?. Uno puede reconocer al miembro de una raza diferente, bien por el color de su piel, por rasgos morfológicos… ¿cómo se identifica a un vaqueiro?. Para los investigadores, los rasgos que han identificado a los vaqueiros han sido, principalmente, el haber vivido en la braña, los apellidos, la trashumancia y el dialecto o jerga practicado por los miembros de la casta. La vida en la braña es un dato relativo, pues es un debate ya superado que la braña, como lugar o emplazamiento, no otorga ningún carácter especial. Vivir en una braña, como vivir en una aldea o en una villa, no da al habitante rasgo o condición alguna. El vaqueiro ha sido, en primer lugar, pastor de vacas. En Asturias ha habido, y aún hay, pastores de vacas que no son vaqueiros. También en otros puntos de Asturias se ha dado este fenómeno, de pastores trashumantes. No son los vaqueiros los únicos. Y, como he dicho hace un momento, esto de la trashumancia, que muchos consideran inequívoco de la vida del vaqueiro, yo creo que es un poco casual, al menos desde el siglo XVIII. Porque en los Apeos de Cepeda, los vaqueiros de la parroquia de San Pedro de Paredes confiesan que eso de subir a los puertos es para el que tiene “caudal y ganado, y el que es pobre, se queda”. Y no parecen ser muchos los que suben, al menos cuando se realiza el Apeo. O sea, pues, que el no practicar la trashumancia era un problema de dinero. Creo que es evidente que la trashumancia, durante el tiempo que se ejerció, fue generadora de una conciencia de grupo, de una manera de ser, y el vaqueiro tomó conciencia de quien era, de lo que le unía a los otros vaqueiros y lo que le separaba de los demás asturianos.

Es decir, la trashumancia determinó formas y conductas, reglas sociales, marginación con el resto y ese grupo, o casta (que proviene de los asturianos pecheros, ocupando el último lugar de la escala social de esta clase), comenzó a vivir con arreglo a formas propias, y desarrolló su particular forma de hablar, como dice María Cátedra, con particularidades léxicas, fonéticas y de modulación de su voz, que hace posible que las mismas palabras designen las mismas cosas, con la misma pronunciación, en brañas de Valdés o Navia y en brañas de Somiedo o en la vertiente leonesa (Caboalles, el valle de Laciana, etc), palabras que son diferentes a las utilizadas en aldeas que apenas distan media hora de camino de las mismas brañas.

La pregunta surge ahora para determinar si la trashumancia fue practicada por iniciativa propia del vaqueiro, buscando mejorar el pasto para su ganado y acercarse a la meseta castellana, cuyos pasos conocían bien, y eso les daba la posibilidad de practicar la arriería, el trueque de productos que adquirían en las zonas costeras, por otros que adquirían en la meseta, o bien la trashumancia fue una obligación exigida por sus vecinos y antagonistas, los xaldos, que buscaban las brañas de invierno, las de la costa, para pastorear sus propios ganados. Este planteamiento puede parecer inapropiado, porque no parece haberse puesto en duda, por quienes se han ocupado de indagar en este asunto, que la trashumancia de los vaqueiros pudiera ser fruto de una obligación más que de una iniciativa. Me planteo esta cuestión, y también lo hago en un artículo de Eco de Luarca, tras leer atentamente las declaraciones de los personajes que concurren a realizar el Apeo de Cepeda, en 1713, en el que dos aldeanos de Merás, en la parroquia de Paredes, denuncian al juez que “las justicias no obligan, como es costumbre, a los vaqueros a abandonar sus brañas y a limpiar las callejuelas de las mismas, para que los ganados de los campesinos puedan pacer de unos lugares a otros en las brañas, y dejar las cabañas abiertas, como es costumbre, para que ellos puedan entrar a sestear”. O sea, si la costumbre es que los vaqueros se vayan a los puertos, y que ellos ocupen sus brañas, y las justicias obliguen a los vaqueros a irse… es evidente que la trashumancia no parece ser a iniciativa propia, y si los propios vaqueiros dicen que suben a los puertos los que tienen caudal y posibles y ganados y los que no se quedan… pues sería conveniente, antes de emitir más teorías, buscar en los Apeos de Cepeda, que se conserven, claro, datos para un conocimiento más global de estos temas.

Por otra parte, la discriminación social forzó otro fenómeno: el de la endogamia. Los vaqueiros se casaron entre ellos debido al rechazo social que tenían por parte de sus vecinos. No fue, según los expertos, una endogamia familiar, pero sí de grupo, que no se rompió hasta mediados del siglo XX y aún con gran prudencia. Por tanto, independientemente de la trashumancia –rasgo muy valorado por los antropólogos para definir a este grupo- e independientemente de la braña como centro de residencia, los vaqueiros siguen siendo vaqueiros aunque vivan en Madrid o Berlín, como muchos descendientes de armenios nacen ya en París o en otras ciudades, o como existen muchos mejicanos con apellidos vascos, sin más.

Tal vez el rasgo más visible de la identificación de los vaqueiros, ya en estos tiempos del Internet y la informática, sean los apellidos, como en el caso de los agotes y de los chuetas. Acevedo y Huelves, por ejemplo, da cuenta de los apellidos vaqueiros más notorios:

Acero, Alva, Ardura, Arnaldo, Bardo, Berdasco, Boto, Braña, Calvín, Clavinos, Feito, Folguerón, Garrido, Gavilán, Gancedo, Gayo, Jaquete, Mayo, Marrón, Nido, Parrondo, Príncipe, Riesgo y Redruello, principalmente. Hay más, pero tal vez estos son los más significativos.

Para finalizar con este apartado de los orígenes sobre los vaqueiros, vamos a las pruebas seroantropológicas, que son irrefutables y dejan ver de manera clara, la auténtica procedencia de estas gentes:

Según los estudios realizados allá al principio de la década de los años 50, de recién terminado siglo, por los doctores Pilar Hors y Félix Gómez Marcos, que comenzaron visitando las brañas de Caborno, Busmaurisco, Leiriella, Silvamayor, Lago y el Vallín, en el concejo de Valdés, para pasar más tarde a las del concejo de Navia y Villalón, Belmonte de Miranda y Somiedo. Las muestras se tomaron sobre una población 359 asturianos considerados puros, con cuatro apellidos y sobre 200 vaqueiros, con cuatro apellidos vaqueiros y sin rasgos consanguíneos. Estos trabajos comprendían el índice cefálico, facial y nasal; el color de los ojos y del cabello, los grupos sanguíneos, y los factores “M”, “N” y el factor Rh.

El resultado del estudio revela:
Asturianos puros Vaqueiros
I.cefálico - mesocéfalos (proa.medias) - 49% - 47%
Índice facial - Leptoprósopos
Caracterizados por el rostro estrecho y alto, con un índice facial morfológico superior a 88. Según parece, hay un predominio de índices faciales leptoprosopos entre los pueblos leucodermos o blancos - 33% - 40%
Índice nasal - Hipercamerinos - 72% - 72%
Ojos - castaños - 55% - 57%
Cabellos - castaños - 85% - 71%
Grupo sanguíneos
- Grupo 0 142 ----- 47%
- Factor Rh +295------ 82,4%
- “M” 88 --------- 45%
- “N”169--------- 84,5%


2.- HÁBITAT Y COSTUMBRES.- Según la RAE, braña del latín vorago-iginis, en Ast. Y Cantabria, pasto de verano, que por lo común está en la falda de algún montecillo donde hay agua y prado.- Prado para pasto, donde hay agua y humedad, aún cuando no haya monte.- Ast. Poblado, antes veraniego y hoy permanente, habitado por los vaqueiros de alzada. Las brañas, asentamiento típico de los vaqueiros de alzada, no son homogéneas, en cuanto a ubicación y a descripción. El territorio vaqueiro va desde las brañas cercanas a la costa, en los concejos de Cudillero, Valdés, Navia y Boal, hasta aguas vertientes hacia la meseta castellana, en tierras de León, e incluso hasta tierras de Palencia y Burgos. Se pueden definir, pues, como comarcas con la característica común de estar situadas en zonas altas de montaña (bien las bajas de la costa, bien las altas de la cordillera), con pastos, pendientes y ricas en agua.

Por lo que respecta a los vaqueiros, se distinguen dos tipos:

Las brañas de invierno, cercanas a la costa, de clima más templado, en las que el fenómeno de la sedenterización se produjo a finales del siglo XIX, y las del interior o de alzada.

La diferencia entre unas y otras, pues mientras las primeras han sido objeto de un desarrollo económico, como consecuencia de la ganadería estabulada por exigencias de la industria láctea, auténtico motor de desarrollo económico a partir de la década de los años 60, las del interior, todavía dedicadas al pasto, continúan sirviendo, con pocas variaciones, a una ganadería de producción cárnica.

Pero se sabe que, antes de que el factor ganadero-económico marcara nuevas opciones a los habitantes de la braña, casi todas eran por un estilo. Las brañas de invierno, generalmente del concejo de Valdés, comenzaron a ser habitadas de forma estable a finales del siglo XVIII, por ejemplo, en el aludido informe de Antonio José de Cepeda, los vaqueiros de Leiriella dicen que esta braña se comenzó a poblar hace como de 150 años a esta parte, y les recuerdo que declara en 1713, por lo tanto, podríamos calcular que, poco más o menos, Leiriella se comenzó a poblar hacia 1580, y también los de Caborno y Aristébano dicen que son brañas muy antiguas. La tradicional trashumancia quedó, como hemos dicho anteriormente, en muchas de ellas, reducida a la subida del ganado a cargo de un miembro de cada familia, encargándose de sus cuidados, en la alzada, una persona elegida de entre los demás vaqueiros y dedicándose los demás o a regresar a su casa, o a la arriería. En mi propia familia así ocurrió, por los testimonios que nuestros antepasados nos han dejado. Sabemos que, por ejemplo, mi tatarabuelo mandaba las novillas a la alzada, en nuestro caso, a la braña de Xunqueras, en el concejo de Cangas de Nancea, a cargo de uno de sus hijos que, incluso de poca edad, acompañaba a la vaqueira que debía quedarse con el ganado todo el verano, y así lo refleja el propio Acevedo y Huelves, en su estudio ya citado.

Las brañas tuvieron, en tiempos, una similar forma en cuanto a la disposición arquitectónica: cabañas o chozas, de forma redonda o rectangular, techadas de retama o escoba (piorno), en una única planta donde convivían ganados y personas con la única separación de una tela. Un rincón dedicado al hogar y jergones de hojas del bosque a modo de colchones. La identificación con el ganado era total, hasta el punto de compartir techo.

Cuando la evolución y la economía llevaron al vaqueiro a decidir quedarse en las brañas de invierno, las antiguas chozas fueron dejando sitio a casas de construcción semejante a las utilizadas por los vecinos y antagonistas sociales, los xaldos o aldeanos, con edificios de dos plantas, dedicándose la baja a cuadra y cocina, con entradas separadas para animales y personas, y con tabiques separadores (hechos, a veces, de barro o con hojas secas de maíz –he visto una muestra de este tipo de edificación, me refiero al tabique, en una casa en la localidad de Campiello, en Teverga)- y la primera planta dedicada a habitación, con sala y galería. Más arriba, el desván. A medida que las casas eran más grandes, la planta baja quedaba destinada a la cuadra y la primera planta a las personas, con cocina, sala diáfana o dividida y galería, y más arriba el desván.

Según Casariego 38 concejos en Asturias llegaron a tener brañas vaqueiras. De todos ellos, el más importante fue Valdés, con 54 brañas, aunque Somiedo y Degaña llegaron a tener 92 cada uno y Belmonte de Miranda, 62. Para Casariego, las brañas de Valdés fueron las más pobladas y sus gentes las más emprendedoras, dedicándose muchos a la arriería y destacando el famoso Antón, que entre 1830 y 1860, llegó a tener oficina propia en la Plaza de la Cebada de Madrid, y cuya ruta enlazaba las tierras de Valdés con las Tineo, Cangas de Tineo y Madrid. Entre los vaqueiros “cum laude”, aquellos que han superado ese problema social de la discriminación y consiguieron triunfar se pueden citar varios ejemplos: Honorio Riesgo, de Leiriella, industrial y presidente de las Cortes en la II República; Carniceros fueron también, y siguen siendo, los Lechuga, de Caborno, braña de Valdés, que entre otros negocios, regentan también el de la Mallorquina, en la Puerta del Sol de Madrid. De la braña de Lago, concejo de Valdés, fue don Juan Nido, propietario del café Puerto Rico, en la Puerta del Sol de Madrid, que alternaba sus negocios entre Puerto Rico y Madrid, y la lista se haría larga con los nombres de muchos vaqueiros que se instalaron en Madrid y en otras localidades, haciendo gala de una entrega y una capacidad demostrada para la gerencia de los negocios. He dicho en varias ocasiones, que no se puede entender el desarrollo del pequeño y mediano comercio madrileño sin la presencia de los asturianos, y, lógicamente, de los vaqueiros con su aportación regentando muchos pequeños locales desde finales del siglo XVIII hasta el primer tercio del siglo XX. Pero no sólo industriales, hoy hay apellidos vaqueiros en casi todas las actividades: el deporte, la economía, la universidad, la investigación… a los que son de aquí de Soto, o de San Martín, o del concejo de Cudillero, les recuerdo que Ángel Ardura Parrondo es autor, de varios trabajos sobre Cudillero y los vaqueiros, como el titulado precisamente Historia del Valle de las Luiñas de Cudillero en el Camino de Santiago. Y también se podría añadir, en este apartado de investigadores, a Francisco Feo Parrondo, por ejemplo.

El uso y conocimiento de las vías de comunicación entre Asturias y la Meseta fomentó la arriería y el comercio (manzanas y castañas, pescado en salazón por centeno, vino y maíz). Jesús Evaristo Casariego destaca que los arrieros tenían un reglamento, no escrito, que contenía los principios fundamentales del oficio: paso largo, vista más larga, mano izquierda, palabra como escritura; gramática parda; decir a todo el mundo mucho sí, y poco no; no fiarse ni del morral de la mula y, sobre todo, honradez suma en el manejo de dineros ajenos. En todo esto –concluye Casariego- llegaron los vaqueiros a ser maestros consumados. El Puerto de Luarca (Valdés), fue gran impulsor de este comercio hacia los concejos del interior de Asturias (Trajinería).

El protagonismo de los vaqueiros en la Historia se refleja en la Guerra de la Independencia, en la que muchos tuvieron a su cargo los bagajes militares. En las guerras carlistas, que abastecieron a los dos bandos y, en concreto, en la Tercera hay un documento del Estado Mayor Carlista que prohibía la saca de ganados fuera del Principado de Asturias, con la única excepción de los vaqueiros, a los que se dejaba pasar a los montes de León, entre mayo y septiembre, un máximo de seis cabezas de vacuno mayor, seis de ovino y dos caballerías por familia.

Muchos de los investigadores que han escrito sobre los vaqueiros no han referido un pasaje que recoge Jovellanos, y que Casariego ha valorado también como muy positivo, y es que, pese a no dedicarse a la agricultura, los vaqueiros fueron los primeros en cultivar en Asturias la patata, que ellos adquirían en Castilla gracias a la arriería.

3.- EL FOLCLORE.- Jovellanos describe el traje de los vaqueiros de la siguiente manera. Está compuesto de montera, sayo, jubón, cinto, calzón ajustado, medias de punto o de paño y zapatos o albarcas, llamadas “corícies”, porque son de cuero. Dice que es igual al de los demás aldeanos salvo la casaca o sayo, que tiene la espalda cortada en cuchillos que terminan en ángulo agudo al talle, mientras que el de los aldeanos se acerca más a nuestras chupas. No describe Jovellanos el traje femenino, y Acevedo y Huelves, buscando un testimonio, entrevista a Juana García, viuda de Parrondo Carcabón, de Leiriella, la cual describe el traje vaqueiro de la siguiente manera:

El vaqueiro usa camisa de lienzo, con cuello largo y alto sin traspasar, abrochado con botones de plata, metal, etc., montera, calzón de bragueta con bufo y faltriqueras con cartera, jubón cerrado y vuelto con portezuela de color, chaqueta con bolsillos de cartera, la bocamanga abierta y faldillas por detrás, madreñas o zapatos. Y los vaqueiros que se dedicaban a la arriería usaban un coleto sin mangas, de baldana o de cuero curtido.

Las vaqueiras vestían camisa plegada o rayada sin cuello, con botón de hilo, justillo con facha (el justillo era escotado y la facha era un franela que colocaban entre el justillo y la camisa para tapar el gran escote que quedaba), llevaban chaqueta con faldillas y mangas estrechas y abiertas unas veces en la articulación del brazo y otras en la boca-manga, manteo, empeñas de lana con trenzas o galgas largas que se rodeaban a la pierna; albarcas o zapatos, pañuelo blanco y mandil al cuello por encima de la cabeza. Algunas vaqueiras afirman que vieron, sobre el pañuelo blanco, en vez de mandil, montera, prenda que al parecer correspondía a los dos sexos…

No resulta fácil establecer como tipo un modelo o traje concreto, pues la vestimenta depende, en cada época, de las modas y de la salud económica de las personas, por lo que resulta aventurado definir un traje a medida de lo que habitualmente entendemos como traje típico. Juan Fernández Capalleja dice, por su parte, que los vaqueiros visten como los habitantes de las Babias, que usan todavía el traje de los tiempos de los Reyes Católicos, pero tampoco Acevedo le otorga a Juan Fernández Capalleja acierto en la descripción del traje típico vaqueiro.

Otro ilustre observador, el intendente general D. Ricardo Fernández García-Monteabaro, cuyo relato es prácticamente inédito, publicó en el Boletín del Centro Asturiano, allá por 1905, un interesante artículo sobre las fiestas de Nuestra Señora de Merás, parroquia de Paredes, concejo de Valdés, en el que, aprovechando el famosísimo baile vaqueiro que se celebraba en aquella fiesta, y que se mantuvo hasta bien entrados los años 60, describió así el traje de los vaqueiros: : ”los hombres, dice, usan anchos sombreros; chalecos abiertos con dos hileras de botones de plata; chaqueta de paño como el chaleco, cuya espalda y mangas están remontadas de paño de distinto color haciendo caprichosos dibujos; calzón corto; medias negras de lana, y recios zapatos con suelas claveteadas.

Las mujeres –continua- llevan vistosos pañuelos de colores, y flores a la cabeza, atados arriba y con punta suelta a la espalda; pendientes o aretes de gran tamaño; gargantillas con varias vueltas de coral o abalorios de colores, ajustado corpiño de terciopelo negro, que sujeto a los hombros por tirantes deja amplio escote donde se lucen multitud de cintas o vieses que adornan la blanca y fina camisola de hilo, cuyas anchas y plegadas mangas se ajustan, por estrecho puño, a la muñeca; a manera de falda tienen el típico ruedo de paño, llamado así, sin duda, porque rodea el cuerpo de cintura abajo, completándose la indumentaria con medias de lana blancas y zapatos rojos...

El baile vaqueiro ha tenido siempre mucho gancho, entre los observadores. Resulta curioso como ha sido adoptado por los grupos musicales asturianos, incluyendo en sus repertorios canciones y danzas vaqueiras que, por la discriminación, han quedado inalterables de tiempos atrás, y cómo grupos musicales del pop-folk, los han adaptado para sus repertorios.

Los instrumentos son pocos y rústicos. El pandeiro, redondo o rectangular, la payetsa, o sartén de largo mango contra el que se frota la llave grande de la casa y Juan Antonio Cabezas y otros autores citan, también, la trompa. Castañuelas y crótalos forman la colección definitiva.

Dice Casariego que la característica de la música vaqueira es el ritmo insistente de 6 x 8, fuerte, monótono, de aire primitivo. La danza es recia, graciosa en las mujeres y viril en los hombres, con fuertes golpeteos en el suelo que destaca por el sonido de las madreñas de humeiru herradas con clavos, o por las corícies o albarcas de suelas reforzadas con clavos. Por su parte, Ricardo Fernández García-Monteabaro, ya citado, describe así el baile vaqueiro presenciado por él en Merás en 1905: su manera de bailar, dice Monteabaro, es única, invariable, primitiva; se ponen a un lado las mujeres y a otro los hombres, lo mismo diez parejas que cien, moviendo separadamente sus cuerpos al compás de las castañuelas, que acompañan el tañido de otros instrumentos musicales... la prosaica sartén (paietsa) cuyo mango se golpea con un trozo de hierro o una llave, y el rústico pandero... El baile de los vaqueros –agrega Monteabaro- resulta el más animado de la romería. La música, lo mismo que los instrumentos, y el baile, son siempre iguales; no cambian de un año para otro; el tiempo no les hace mella. Y más adelante, añade: Estos habitantes de las Brañas, dado su penoso género de vida, dedicado en su mayor parte al pastoreo en las elevadas y casi estériles montañas, a pesar del transcurso de los tiempos y de su proximidad a las aldeas, conservan sus inveteradas y típicas costumbres transmitidas de generación en generación y su dialecto especial. Pero, si acaso, lo que parece que más le deslumbró fueron, precisamente, las vaqueiras: No he de hacer una descripción de sus caracteres étnicos ni de su origen e historia; lo que sí he de decir, es que entre las vaqueras hay cada rapazota, alta, robusta, gallarda, rebosando salud por todos los poros de su cuerpo, y con una caiditas de ojos, que son capaces de hacer perder el sentido a cualquier mortal.

La gran impulsora del folclore vaqueiro fue Rogelia Gayo. Nacida hacia 1860, su carrera artística comenzó el 27 de agosto de 1925, en la Plaza de Alfonso X El Sabio, de Luarca, en una exhibición ante la reina doña Victoria Eugenia de Battenberg y su hijo el entonces Príncipe de Asturias, don Alfonso de Borbón, a los que acompañaba el general Primo de Rivera. Rogelia fue la encargada de organizar los cuadros de baile y buscó vaqueiros y vaqueiras en diferentes brañas de Valdés. Era costumbre que los vaqueiros practicaran sus bailes los domingos, en diversas brañas, por lo que es de suponer que ella conocía bien a los buenos bailarines. Mozos y mozas de Brañascarden y de Busindre, Leiriella, Aristébano, Candanín, Fulgueiron, Inverniego, Gallinero, Sapinas, El Cadollo, Carlangas, Lago… sin duda, fueron seleccionados por Rogelia para formar los cuadros que actuaron ante la Reina de España. La actuación fue un éxito, pues a todos sorprendió la rusticidad de aquella música y aquella danza, sin contaminar por otros ritmos, sencilla, que ella y sus bailarines ejecutaron aquel 25 de agosto de 1925 en Luarca. El éxito fue tal que la fiesta continuó en el teatro Colón, al que asistían los ilustres visitantes, interpretándose allí las famosas “coplas de careo”, especialidad vaqueira que aprovecha la socarronería para tratar temas espinosos, bien por lo picante de los versos, cuando se refieren a hombres y mujeres, bien por lo comprometido de situaciones políticas. Dice Casariego que, para la ocasión, se encargó a alguien de “corregir” la carga erótica y política de aquellas letras.

Pocos días después de aquel acontecimiento, Rogelia y sus grupos fueron llamados a actuar de nuevo en Luarca. Esta vez, el motivo fue un homenaje a un ilustre indiano de la localidad. Más tarde, ante la fama despertada, Rogelia y sus vaqueiros actuaron en Oviedo, en Gijón y en Madrid, de nuevo ante los Reyes, en el Palacio Real, y más tarde en Sevilla y en Roma y en Berlín, donde el propio Hitler se interesó por esta música y por la juglaresa vaqueira, con quien conversó a través de un intérprete, mostrando interés por la figura de aquella mujer ya entrada en años, y su vida y costumbres… La UNESCO también mostró interés por el folclore vaqueiro y Rogelia recibió a la delegación colaborando en la recogida de datos y en las grabaciones.

Al llegar la II República, y la Guerra Civil, se interrumpieron, lógicamente, las actuaciones y con el nuevo régimen político, la Sección Femenina, a través de los Coros y Danzas de Falange Española de las JONS, puso de nuevo en marcha el interés por Rogelia y su folclore. Era ya una anciana –dice Casariego- pero todavía garbosa. Acabó retirándose pronto y viviendo, casi olvidada, en el asilo de Luarca, donde aún recibía de buen humor a cuantos musicólogos se sintieron atraídos por el folclore vaqueiro y por las costumbres de la braña. No soy el único que cree que Rogelia se merecía un homenaje como reconocimiento a su labor, pues fue ella la que sacó de la braña nuestra música y nuestras danzas y las elevó a categoría internacional, y no se ha reconocido su labor suficientemente.

GASTRONOMÍA.- Como pueblo de pastores, y además, trashumantes, la gastronomía del vaqueiro está basada en la leche y derivados, principalmente, que completaban con cereal, generalmente, harina de maíz. Los antropólogos mencionan la preferencia del vaqueiro por el maíz, en sus andanzas como arrieros. La leche y sus derivados fueron fundamentales mientras la trashumancia reclamaba la mayor atención del vaqueiro. Leche y harina de maíz torrada (tostada), llevaron a algunas variantes de la conocida polenta, alimento típico en Italia, Centro Europa y otros puntos. Agua hervida con harina de maíz, para las pulientas, que se tomaban con leche; agua con harina de maíz y manteca y azúcar, y miel y natas, o leche hervida con azúcar para el cuetso que tomaban niños y ancianos, normalmente. Algunas de estas variedades formaban también parte de la dieta de los xaldos. Al potaje de berzas que sobraba del medio día, se calentaba por la noche y se añadía un puñadito de harina de maíz, torrada, para hacer el gurupo, que muchos periodistas llaman “grupo”. El gurupo se enriquecía con unos torreznos de tocino fritos, a los que se añadía algo del compango que había sobrado, y todo ello, recién salido de la sartén, se rociaba sobre el gurupo para darle un toque de grasa a aquella polenta salpicada de berza, patata, fabas y la carne. Sobre una olla que se colocaba en el centro, cada uno con su cuchara y escudilla o taza con leche, se iba comiendo como es costumbre comer entre los pastores de cualquier parte del mundo, en grupo.

Más adelante, cuando el vaqueiro comienza a hacerse sedentario, un pequeño huerto le facilitó alguna verdura, generalmente la berza. Así que, podemos decir, que en los últimos cien años, el potaje asturiano, de berza y compango de carne de cerdo, fue un alimento habitual en la dieta del vaqueiro, sin prescindir de la leche, de la leche cuajada y de la cuajada propiamente dicha, que en otros lugares conocen como requesón. Y, lógicamente, las natas. La nata que se obtiene de la leche de las vacas roxas, no muy lecheras, ciertamente, pero leche de buena calidad, con alto contenido proteico, batida por la mano experta de la vieja vaqueira, que las ha conservado en una tarreña o puchera, generalmente de cerámica de Llamas del Mouro, y que constituyen un postre único. Como experiencia, diré que hace unos años, en un restaurante de dueños asturianos, figuraba en la carta, en la categoría de postres, un producto anunciado como “postre vaqueiro”, que consistía en nata montada de origen industrial, naturalmente.

En las épocas de dificultad económica, las carencias de carne de cerdo llevaron a muchos vaqueiros, y aldeanos, a hacer el potaje de castañas, en la época de este fruto del bosque, o, incluso, de nabos.

Una variedad de potaje es el llamado potaje blanco, hecho con un poquito de untaza de cerdo, bien desecha, que lleva patatas y arroz y, una vez cocido, tiene el aspecto de una crema de patata y arroz, de color blanco, y de gusto muy sabroso.

El pan también ha tenido una curiosa evolución. La sedenterización del vaqueiro le ha llevado a semejar su forma de vida a la de su antagonista el xaldo. La vivienda, la estabulación ganadera, el huerto… con la harina de maíz se hizo la boroña, el pan amarillo, y con el centeno, el pan negro, más suave. La escanda y el trigo también terminarían incorporándose a la dieta, pero más tardíamente. Con estas variedades de harina, los vaqueiros han cocido las famosas “rapas”, como se las conoce en las brañas de Valdés, o “bollo”, como se las conoce en otras brañas del concejo de Tineo y Cangas de Narcea. Esta variedad, reservada a días de fiesta, o bien el día que se amasaba el pan en las casas, no era otra cosa que una variedad de la empanada, más rústica, más cercana a un simple pan relleno de un sofrito de cebolla, con algo de tocino, chorizo, lacón en algunos casos, y si el ama lo tenía a bien, un poquito de tomate y un pimiento. Les puedo asegurar que un auténtico manjar cuando salía del horno.

4.- LAS SUPERSTICIONES Y EL SUICIDIO.- Los vaqueiros son personas muy supersticiosas. Antiguamente, había mujeres que recorrían las brañas intentando deshacer conjuros o buscando ahuyentar el mal de ojo. También las había que vivían de manera estable en una braña, y a las que se buscaba cuando una familia sospechaba que las cosas no marchaban bien. Modesto González Cobas, realizó un estudio de los Vaqueiros, allá por los años 70 del siglo pasado, recogiendo grabaciones y fotografías sobre diversos aspectos de la vida del vaqueiro. Destaca Modesto González Cobas la gran devoción por San Antonio. Todavía es costumbre, cuando se entra en una cuadra, invocar a este santo para que proteja al ganado. Un “San Antonio las guarde…” o un simplemente “San Antonio…” producen inmediato agradecimiento en el dueño del ganado y su familia.

Los vaqueiros creen que hay personas capaces de echar el mal de ojo. Algunas de estas personas producen un efecto dañino por pura envidia, sin que necesariamente pretendan causar ese daño. Algunas coincidencias, como por ejemplo, el aborto de una novilla primeriza, o un ligero accidente casero, en presencia de la misma persona extraña a la familia, puede ser motivo suficiente para creer que esta puede traer la mala suerte. Cuando estas contrariedades se suceden en un corto espacio de tiempo, para el vaqueiro se hacia necesario llamar a una curandera o curandero que fuera capaz de eliminar tales efectos. González Cobas ha recogido, por ejemplo, conjuros contra el efecto de los truenos:
Santa Bárbara Bendita
Que nel cielo estas escrita
Con papel y agua bendita,
En el ara de la cruz
Para siempre. Amén Jesús.

Este es el conjuro, pero evidentemente falta más material para que surta el efecto deseado.

También hay conjuros contra el llamado mal de la rana, que es cuando un bicho pica la lengua de una vaca que pace en un prado, y el que elimina los efectos de la mordedura de la culebra. Los vaqueiros tenían también solución para curar las verrugas, para lo cual, el curandero cogía un puñado de arenas de sal y se dirigía con ellas en la mano al verrugoso. Ante el llar encendido de un vecino, se tiran las arenas al fuego y sale el curandero corriendo para no oírlas estallar, al tiempo que dice:
Verruguitas traigo.
Verruguitas vendo.
Tírulas un fueu
Ya escapo corriendo
.
Según Modesto González Cobas, las vaqueiras de la parroquia de Naraval (Tineo)( Monterizo, Businan, Folgueras del Río, Candaneo, Brañascardén, Aristébano y Silvallana), curaban la erisipela tomando una moneda de plata –un duro si el enfermo era hombre; una peseta si era mujer- y pasándola nueve veces, trazando de cada vez una cruz, sobre la parte enferma de la piel, recitaban a continuación el conjuro. Si la fórmula no daba resultado, se repetía hasta nueve días, haciendo siempre la señal de la cruz al comenzar.

También tenían conjuros para el mal de las lombrices maleficiadas y el llamado mal del filo.

Los vaqueiros creen que las desgracias no vienen por lo que quiera la Divina Providencia. Cada accidente, cada desastre, está causado por el deseo de un ser maligno, envidioso, capaz de desear fervientemente que esa desgracia ocurra. Este rasgo de su carácter, esta manera desconfiada de ver la realidad ha sido positiva para afrontar otras tareas, sin duda. Pero todavía hoy, en las brañas del concejo de Valdés –que probablemente es de los más desarrollados- se tiene como cierta la existencia de la “berrona”, un pájaro que echa fuego por la boca y grita como una mujer desesperada, y sobrevuela en anocheceres sobre tu cabeza hasta causarte auténtica desesperación, pero la peor sorpresa que guarda este pájaro extraño, que todos saben cómo es pero que nunca lo han visto realmente, lo peor de esta aparición fantasmagórica, es que anuncia la muerte: cuando la berrona aparece alguien en la braña, o en la aldea cercana, algún conocido, en fin, muere al día siguiente.

Yo tengo también mi propia experiencia, que no voy a contar evidentemente, sobre la existencia de la berrona pero, por favor, no me pregunten.

Era costumbre entre los vaqueiros, al xuncir una yunta de vacas o bueyes, hacer la señal de la cruz en un cuerno de cada res, cuando la yunta estaba dispuesta, para preservarlas de cualquier accidente.

El tema de los suicidios es muy serio, pues el alto índice de los mismos, entre los miembros de esta casta, -superior al de sus convecinos- al de la media en Asturias, al de la media nacional y superior a los niveles registrados en Inglaterra y Gales, por ejemplo- otorgan gran importancia a este triste capítulo, si bien ha sido poco estudiado hasta el momento.

Rodolfo Soto Vázquez, juez de primera instancia e instrucción, realizó un estudio en los concejos de Belmonte, Tineo y Valdés, sobre los suicidios ocurridos en el periodo comprendido entre 1939 y 1964, un total de 25 años, con el siguiente resultado:

El autor de este estudio, el primero realizado sobre este tema, aporta también un dato muy valioso, como es el del censo de la población vaqueira que él, tras comprobar en los municipios correspondientes, cifra en unos 7000, distribuidos de la siguiente forma: 4000 para Valdés (que comprende los municipios de Navia, Luarca y Villalón), 1500 para Belmonte (que comprende los municipios de Belmonte, Salas, Somiedo, Teverga, Yermes y Tamiza), y otros mil quinientos para Tineo (que comprende los municipios de Pola de Allande y Tineo). Calcula el autor, que muchos otros vaqueiros estarán censados en otros municipios diferentes al territorio vaqueiro, y estima que a lo sumo, la cifra toral de vaqueiros no pasaría de los 15.000. Advierte, también el autor, que esta cifra generosa, representa un siete por ciento de la población total de los distritos citados, que sería de más de 110.000 personas. Vaqueiros son las dos quintas partes del total de los suicidas en este territorio y en este periodo de años. Entre las conclusiones que saca el autor, destaca la que afecta al número de mujeres que se quitan la vida entre la población vaqueira, que es de cuatro por cada cinco varones, mientras que el resto de la población representa una proporción de seis por cada diez; que abundan los suicidios por causas desconocidas; que prefieren el método de la ahorcadura, preferentemente, seguido por la precipitación y la inmersión a distancia; que la edad crítica entre las mujeres ocurre entre los 21 y los 30 años de edad y que, tras el estudio realizado, el autor llega a la conclusión de que no existe ningún motivo degenerativo somático o psíquico que pueda explicar la anormal frecuencia del suicidio. Soto Vázquez insinúa como posible causa las influencias sociológicas de aislamiento y auténtico complejo de inferioridad que, como todo complejo de ese tipo, acude algunas veces a disfraces compuestos de falsa superioridad y espectacular exhibicionismo, unidas a ciertos atavismos constitucionales, no patológicos, meramente tradicionales.

5.- El presente de los Vaqueiros, y el futuro, están determinados por los cambios de producción que afectan al campo asturiano. Actualmente, nada distingue a un grupo de otro, en las zonas de Valdés y Tineo, por ejemplo, en sus formas de vida, salvo que unos continúan viviendo en la braña, zonas pendientes, duras de trabajar, difíciles de mecanizar, y otros viven en aldeas de terrenos más suaves. El campo, su difícil situación con una política agraria que marcan en Bruselas, y el sector lácteo y ganadero en general, ofrece pocas oportunidades, toda vez que las cuotas lácteas se pactan y que el sector cárnico tampoco parece pasar por un momento optimista. Algunos ensayos sobre ganaderías ecológicas tropiezan con la dificultad de comercializar sus productos, en un mundo en el que el consumidor, después de tantos escándalos (como el tema de las vacas locas, y ahora, la lengua azul), no parece sentirse especialmente atraído por consumir productos caros cuyas etiquetas tampoco parecen ser garantía de calidad. O sea, como ven, son problemas comunes para vaqueiros y xaldos. Casi podría decirse que el vaqueiro como grupo se ha ido diluyendo como un azucarillo en un vaso de agua, desde que las comunicaciones y la vida moderna han entrado en sus hogares. Los efectos de la televisión, como medio de masas, han descorchado los problemas de grupo, y la concentración escolar ha llevado a la convivencia a niños de uno y otro grupo, creando este nuevo estilo, bien diferente al tradicional del medio rural asturiano del Occidente. El presente ya muestra lo que será el futuro inmediato, el vaqueiro, su existencia, sus costumbres, su modo de vida y su forma de hablar sólo serán un recuerdo. Lo que Casariego definía como la “arqueología funeraria”, algo que edificamos sobre lo que fue, sobre los restos de lo que fue. No niego que aún queden brañas con un estilo de vida antiguo, pero condenadas a cambiar o a quedarse como objeto de museo, como reclamo turístico para que grupos mayoritarios de turistas visiten estas zonas en las que un día pastaron las roxas y sus pastores se identificaban como pertenecientes a un grupo social diferente.

1 comment:

  1. Hola me llamo Augusto mis abuelos son vaqueiros se apellidan gavilan nacieron en el vallin, me gustaría si alguien me podría informar de donde puedo bajar fotos de ese lugar ya que deseo mostrarle a mis abuelos las fotos, se que las casas tenían nombres pero no recuerdo la de ellos. Muchas gracias
    Augusto.Elvadin@gmail.com

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